La escuela como centro del cambio

En una reciente entrevista, el ministro de Educación, Alberto Sileoni, hizo referencia a algunos temas vinculados a la renovación de la enseñanza media, que se ha emprendido en el presente curso lectivo. Los anuncios son de interés, pero todavía no se han precisado suficientemente ni el qué ni el cómo de los cambios principales, razón por la cual no se puede emitir tampoco un juicio de valor fundado.


Una afirmación orientadora es que la clave de los cambios que se proponen estará centrada en lo institucional y organizativo de la escuela. Según anunció el ministro, esto no supondrá un retorno a "la vieja escuela" -a la que reconoció como buena-, pero a la que sólo concurría el 35 por ciento de la población adolescente, dijo, "porque no tenía vocación de incluir a todos".

Esa afirmación de Sileoni es injusta si se piensa que en 2010, en condiciones distintas, todavía 550.000 chicos de entre 13 y 17 años no están escolarizados, 900.000 no estudian ni trabajan y 1.300.000 abandonan la escuela media o van quedando rezagados. Estamos lejos, pues, de lograr aún que las generaciones actuales cumplan plenamente con los 13 años de educación obligatoria que prescribe la ley en vigor.

Agregó el ministro que en el mes corriente cada una de las escuelas secundarias realizará su autoevaluación con el propósito de establecer sus problemas más agudos y concretos, porque en un orden general se los conoce y se hace frecuente alusión a ellos: falta de establecimientos escolares y de vacantes, carencia de recursos materiales y equipamiento, fallas de disciplina e incumplimiento del calendario escolar.

Cabe recordar que la evaluación, si es institucional como se sugiere, constituye una herramienta eficaz para conocer los elementos estructurales de una institución educativa, el modo de funcionamiento de la actividad escolar y los productos individuales y sociales, cuali y cuantitativos, que resultan del proceso educativo, según la caracterizó Arturo de la Orden Hoz. Para ello hay que asegurar la objetividad de su construcción, la adecuación de su metodología y la oportunidad y responsabilidad de su elaboración.

Conviene subrayar que el afán de innovar es legítimo y apreciable, pero al hacerlo es menester no olvidar que se va a someter a las camadas generacionales a una serie de innovaciones que pueden aportar beneficios y, también, frustraciones, de lo que tenemos experiencia cercana. Por ello es necesario medir los pasos que se darán con el mayor cuidado para asegurar el éxito del plan, cuyos resultados positivos demandarán tiempo y esfuerzos coherentes y sostenidos.

La escuela, órgano central del plan que se ha lanzado, es una organización social abierta en permanente interacción con la comunidad. En ese circuito de acciones y respuestas, la escuela secundaria debe ubicarse a las alturas de las expectativas sociales de hoy y evolucionar a nivel de los tiempos y de los nuevos medios a los que pueda acceder para promover capacidades, habilidades y destrezas aptas para el conocimiento y el trabajo. También nuestra escuela deberá ganar en recursos para encarar una época a menudo violenta y áspera, pues pertenece a la esencia de su tradición pedagógica enseñar a convivir, que es una de las mayores demandas de esta época.

Fuente:www.lanacion.com.ar

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